viernes, 14 de octubre de 2011

ENTREVISTA MADRILEÑA



Hoy toca el capítulo dos de "Saramago, el Nobel que vino de incógnito". Pero se traslada a mañana o pasado, pues hoy tenemos una pausa para la publicidad. 

Me acaba de llamar de Madrid Arturo González, un buen amigo y compañero de la Asociación Andersen para la Literatura Infantil. Trabaja en una emisora y me ha hecho una entrevista telefónica. Mis proyectos, montajes de cuentos, etc. Un chico de la emisora tiene un local en Madrid, y hablamos de la posibilidad de hacer allí una especie de museo de mis cuentos. 

También hablamos de Piedad de Salas, una mujer extraordinaria que fundó el Teatro La Carbonero en la madrileña calle de Serrano, hoy Príncipe de Viana. Yo fui voluntaria, durante 5 años, de la Asociación Española Contra el Cáncer, y durante 4 años acompañé a Piedad de Salas. Es tema largo, porque era una mujer fuera de serie. Ya hablaré de todo esto.

martes, 11 de octubre de 2011

Capítulo uno. SARAMAGO. "EL NOBEL QUE VINO DE INCÓGNITO" (según las 7 islas del Archipiélago Canario, más San Borondón).

Entregándole al maestro mi cuento teatral "El Nobel que vino de incógnito"


Yo era la secretaria de la Asociación Andersen para la Literatura Infantil, que celebraba sus jornadas anualmente aquí en Gran Canaria y a veces en otras islas. Un año tocó Lanzarote, y el tema elegido fue muy atractivo: leyendas medievales, con sus correspondientes princesas, caballeros y dragones amén del inefable San Jorge. Invitamos a Saramago, que amablemente dio la conferencia de clausura. Aunque no pudo asistir a la cena de la misma, Saramago sí nos acompañó otro día a la Fundación César Manrique.

Entre otros, estaban Carlos García Gual, un escritor especialista en temas medievales; y Antonio Abdó y Pilar Rey, directores del Teatro Chico de La Palma; todos, gente estupenda además de distinguida. Fue muy divertido, y nos disfrazamos como exigía la ocasión.

El hotel donde se celebraba la cena de clausura, como si de un castillo se tratara, se llenó de damas y caballeros, princesas luciendo altísimos conos y plebeyas, como yo, soportando incómodas tocas con vendajes bajo el mentón como se ponía la gente antes, cuando les dolía una muela. El menú, debo decirlo, fue también un acierto: auténticas recetas medievales, que la cocina y el personal del hotel supieron servir perfectamente. (Continuará).