Hace unas semanas, tuve una alegría, algo emocionante que me
da permiso para ponerme cursi, aunque sea un poco. Jorge Liria, el director de Ediciones
Anroart, me trajo a casa mi nuevo libro, recién salido del horno editorial.
Emocionante, como digo, para mí, que soy la madre del cordero. Y a mucha honra,
que no he cedido a ningún rapto de cursilería. No, señor: alegría pura y
simple, como la de cualquier autor que ve su nombre en un opúsculo.
Rosaluna y la veleta mágica. Portada enigmática, con letras
sueltas bailando en el aire; en la parte inferior, dos soportes para libros, la
A y la Z. Todo tiene su explicación: ¿qué hay entre la primera y la última
letra del abecedario? Pues eso: todas las letras. Y, por extensión, un diccionario,
una enciclopedia... O sea, todo el saber. Y esa sabiduría la tenía Rosaluna, la
protagonista del cuento, que sabía los secretos de la Naturaleza.
Mi madre, que me sigue mucho, se enfadó con el cuento. La
historia comienza con algo que me encanta: la Mitología. Al principio de los
tiempos, cuando se empezó a construir el Universo, la diosa Luna, triste por su
amor imposible por el Sol, inunda el Universo con sus lágrimas formando así las
estrella. Y de todo ese trasiego de amor y llanto, nace (no se sabe cómo, que
para eso estamos en un cuento), una niña: Rosaluna. La protagonista, a pesar de
su origen misterioso, llega a vivir en el mundo real, crece, va a la
Universidad, se echa novio y montan un vivero de rosas.
Y por eso se enfada mi madre. Porque a ella le gusta también
la Mitología y no quiere que Rosaluna viva en el mundo real, sino que el cuento
siga encaramado en las alturas, entre dioses, prodigios y maravillas.
Y yo arguyo lo siguiente: Rosaluna, con su vivero, se
convierte en empresaria de éxito; es trabajadora, honesta y se preocupa por sus
empleados, dando incluso oportunidades a personas discapacitadas.
Esto es lo que sale en el cuento. Pero también se puede
suponer que Rosaluna, empresaria honesta, cumple con Hacienda, no tiene EREs ni
cuentas en Suiza, no reparte sobres bajo cuerda, no roba ni estafa...
Así pues, querida madre, ¿no te parece que con eso ya hay
prodigios y maravillas de sobra?