sábado, 14 de abril de 2012

El Titanic se hunde esta noche.


Hace varios días que regresé de Inglaterra. La Isla Redonda (isla de cuento, ya que en los cuentos siempre son redondas) me dispensó una magnífica bienvenida con una gripe acompañada de "grandes aparatos eléctricos". Que no son neveras, lavadoras o televisores. Me explico. Cuando una tormenta viene acompañada de "gran aparato eléctrico" es cuando despliega todo su potencial, rayos, etc. Pues eso me hizo la gripe: me lanzó todo su arsenal; dolor de cabeza, nariz, garganta, huesos... De los 200 huesos del esqueleto humano (206-208, para ser exactos), me dolían 199; y lo malo (o lo peor) es que no sabía cuál era el hueso que "no" me dolía. En fin, una vulgaridad que afecta a miles de personas.

Ahora, en mi Isla Redonda, recuerdo el viaje a la Pérfida Albión.

Una de las cosas más agradables del regreso es el bendito ordenador: con acentos, nuestra eñe (de la entrañable España cañí) "y demás, y demás hierbas" de las que carecía el ordenador inglés de mis hijos, sajón hasta la médula. ¡Ay! Cómo lo había echado de menos. Gracias.

Inglaterra estaba dominada, primero por los normandos (siglo XI) y ahora (siglo XXI), por tres cosas: los 60 años del reinado de Isabel II, las próximas olimpiadas y los 100 años del hundimiento del Titanic.

Esta noche será la tragedia del barco, que chocará a medianoche contra un iceberg. También yo, con la imaginación como un volcán enfadado, me he dejado llevar por el desastre que, al parecer, se pudo evitar.

A las 23 horas de "esta" noche, 14 de Abril de 1912, casi todo el mundo se había acostado en el Titanic. Y media hora más tarde se avistó el iceberg, a sólo 500 metros del barco. No hubo tiempo para evitarlo y la maravilla de los mares fue asesinada por la montaña de hielo.

A las 2.20 de "esta" madrugada del 15 de Abril, el Titanic fue una tumba más en el cementerio del océano. Pero no, no fue "una más". Las circunstancias del naufragio, el romanticismo y un montón de cosas a lo largo de esos 100 años, se han encargado de encender la imaginación de los incorregibles como yo. Pero yo no he hecho nada, sólo escribir poca cosa. Otros sí que han hecho: escribir libros enteros, y hasta la estupenda película de James Cameron, Titanic, con Kate Winslet y Leonardo DiCaprio. La he visto unas 100 veces. Y no es por morbo. Cuando me gusta una película la miro muchas veces, pues siempre descubro algo nuevo; me recreo en los detalles y mil cosas más. Disfruto como un cosaco.

Bueno, pues una de las razones de ver tantas veces la película del Titanic es que sale un collar con un diamante azul, una piedra fabulosa, única. Yo tengo ese collar: "El corazón del mar". Mi diamante azul es de cristal azul, pero no importa porque es igual de precioso. ¿Acaso no son carbón los diamantes? Y mi cristal es idéntico al de la película.

La heroína (Kate Winslet) le pide al héroe (Leonardo DiCaprio) que la dibuje vestida únicamente con el collar. (O, como se decía en mis tiempos: "La muchacha le pide al muchacho"). Me parece genial, la escena; la belleza del diamante daba para vestir a una mujer de los pies a la cabeza. Que no cunda el pánico: jamás se me ocurriría pedirle a alguien (ni siquiera a alguien tan guapísimo como Leonardo), que me pintara a mí en las mismas circunstancias. Y no es que mi cristal azul desmerezca, qué va. Es por razones obvias...

La escena donde se muestra el collar, la congelo y lo comparo con el mío. Son iguales. Me parece fantástico y es una delicia contemplarlo una y otra vez. Le haré una buena foto y la pondré aquí. (Pero sin envidias). Claro que, si alguna buena moza quiere que la pinten vestida de cristal azul, se lo prestaré con mucho gusto.

Ese collar sale en uno de mis cuentos, entre los tesoros del fondo del mar... ¿Se acuerdan de que "la muchacha", ya vieja, tiene la ocurrencia de tirarlo al agua? Una atrocidad muy romántica, desde luego.

Y tengo también el Titanic... Un barco enorme, con cuatro chimeneas y casi un metro de largo. A los niños les encanta. Es un barco fantasma, parece estar al alcance de la mano pero nunca se llega a él. Se desliza, lleno de misterio, por los mares del mundo; la leyenda cuenta que recoge las almas de los ahogados. Una especie de "limpieza espiritual", más o menos. Porque en el mar hay seres que, cuando ocurre una catástrofe (hundimiento de un barco, etc.) se ocupan de que no contamine. Pero las almas de los que murieron en el mar, vagan atrapadas por masas de agua y son recogidas por mi particular Titanic.

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