martes, 15 de mayo de 2012

Capítulo 10 - (Continuación) - Saramago, "El Nobel que vino de incógnito"



"Decíamos ayer...". Esto no es propiamente otro capítulo referente a Saramago, sino la continuación del anterior donde contaba que, habiendo decidido el Colectivo Andersen darle un regalo a Saramago por su cumpleaños, ya yo lo tenía comprado.

Y hablé de que otra de mis manías es comprar algo que me guste y almacenarlo, esperando la ocasión de regalárselo a alguien apropiado. O sea, tengo un armario con "regalos en busca de dueño". A veces lo tengo casi vacío, pues no es cosa fácil encontrar algo que me guste para darlo a quien corresponda cuando llegue la ocasión.

Hace muchos años yo vivía en Barcelona (otra de mis patrias, pues considero así los sitios en los que he vivido). En una tienda encontré unos collares que me llamaron la atención, y los compré. Eran 4, iguales; rígidos, de metal dorado y en forma de dos pájaros tocándose con el pico. Tan delicado era su trazo, tan original su diseño que me encantaron. Tres de los collares ya tenían dueña: uno para mi tía Lola (mi favorita y que además es un hada); dos, para mis hijas, de mayores, y usaría yo uno mientras tanto. Y el cuarto lo guardaría para una amiga todavía desconocida. Pregunté en la tienda de dónde venían los collares pero, al parecer, no sabían gran cosa. Llevaban la marca Cadoro, un diseñador de Nueva York, me informaron sin mucha convicción. Tal vez, algún día tendría yo una amiga en esa ciudad.

Y así ocurrió... 24 años más tarde. Tengo unos amigos en Nueva York, un matrimonio a los que quiero mucho, y el collar fue para Carol.

Esos amigos vinieron a Las Palmas a visitarme cuando se murió mi marido, y se quedaron en casa. El último día de su visita, saqué el collar y le conté la historia, que Carol había resultado ser esa amiga de Nueva York, la dueña desconocida que pedía el collar.

Naturalmente, no se lo regalé sólo por ser de esa ciudad; tenía que ser algo más, y Carol lo era, y mucho.

Cuando le conté que el collar la había esperado 24 años, lo cogió y se sentó a llorar a mares... Casi nos asustamos...

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