martes, 16 de octubre de 2012
¡Y dale con la misoginia! (1) CRISTINA DE PIZAN, poetisa y feminista medieval francesa.
Me cuenta un amigo, que está preparando una exposición para una pintora cuyos cuadros tienen por tema mujeres ilustres olvidadas o no debidamente recordadas. ¿Verdad que la idea es genial?
Y hablando del tema femenino, ¿cómo andamos de misoginia? Pues bien, como siempre; la misoginia va estupendamente. Lo digo porque entre las mujeres olvidadas está una de mis heroínas, Cristina de Pizan (o Pisan, que a veces lo ponen con 's'). Medieval cien por cien (siglo XV) fue, nada menos, que la primera escritora que vivió, como tal, de su trabajo. "¡Y probablemente la última!", dijo ocurrentemente mi amigo Aquiles. Dejando esto de que sea la última en vivir de su trabajo, lo demás es indignante.
Cojo un libro de texto de Literatura (de cuando yo estudiaba el Graduado Escolar) y busco escritores medievales: los hay a montones, españoles y europeos: Fernán González (s. X, nada menos); Gonzalo de Berceo, Ramón Llull... Dante, Chaucer... Pero no encuentro nada sobre Cristina de Pizan ni tampoco sobre María de Francia, la de los "lais" y fábulas medievales.
O sea, a las mujeres, que las parta un rayo... Divino, claro; ya que no pocos autores medievales, azuzados por la Iglesia, escribieron contra ellas, las tentadoras, diabólicas, causantes de todo mal... a los hombres naturalmente, que eran todos unos santos. O lo serían, si no fuera por esas criaturas lascivas, súcubos insaciables de la castidad de los varones. ¡Qué frescura!
No tengo título que avale lo que voy a contar; sólo sé lo que leo y pienso. Cristina de Pizan empezó cómodamente su vida hasta que llegó la correspondiente crisis. Se murió su padre, que gozaba del favor del rey Carlos V de Francia y, encima se murió también su marido. Viuda y con tres hijos, tuvo, en aquel tiempo, que ganarse la vida. Y se la ganó: escribiendo muy valientemente, enfrentándose a un mundo de hombres. En 1399, en defensa de las mujeres, escribe Epístola del dios del Amor, donde contesta los desprecios, ofensas y engaños que damas y doncellas reciben de quienes dicen amarlas. Participa activamente en la Querella de las mujeres, donde se discutía sobre la estigmatizada "naturaleza femenina".
Hasta ahí, la historia. Y a partir de ahí, ya me vuela la imaginación. Veo a Cristina de Pizan ante su escritorio, con gorro de cucurucho (que debía ser incomodísimo). Escribiendo con la mano derecha y sosteniendo con la izquierda un niño al pecho. ¿Tendría ama de cría? "De profesión, sus labores", indicaba el DNI de hace años. ¡Pobre Cristina! De profesión, sus labores; sí, pero también, de profesión escritora, "hombre de la casa", ya que tenía que mantener a su familia. Administración del hogar, pañales, comida, colada...
Según he leído, en esa época nada ni nadie se libraba de cucarachas, pulgas, moscas, piojos... ¿Tendría Cristina de Pizan dinero para permitirse colchones rellenos de plumas? ¿Servicio? Y además, pienso si escribiría en borrador y luego lo pasaba a limpio ella misma, o tendría algún escribiente. Qué lata, todo eso. El papel que no abundaba, como hoy. Para tener pergamino, primero había que matar a un cordero, desollarlo, secar la piel... Las plumas de ave para escribir, las velas, comprar el agua. Las calles, llenas de suciedad, y cuidado con aquello de "¡Agua va!", terrible advertencia cuando se vaciaba el orinal por la ventana. La Edad Media me fascina, es mi época favorita. Curiosa mezcla de brutalidad y religiosidad.
Cristina de Pizan (siglos XIV y XV) vivió tiempos muy revueltos en Francia: la muerte de Carlos V (protector de su padre), la demencia de Carlos VI, peleas de Armargnacs y Borgoñones y, para completar, la Guerra de los Cien Años, la de Juana de Arco. Cristina de Pizan fue contemporánea de Juana y escribió un Dictado de Juana de Arco, que no consigo en ningún sitio; me encantaría leerlo.
Como dije antes, hasta ahí los hechos históricos. Pero me gusta imaginarme los detalles cotidianos. Los trajes, por ejemplo. No creo que se lavaran nunca. Y en los cuadros de la época, la gente parece siempre muy abrigada. ¿Será que los pintaron en invierno? Porque si usaban esa ropa en verano, se morirían de calor. En invierno sí que se les ve llevando pieles, pero ningún traje parece de verano. Debía de ser horrible, calor, moscas, mosquitos, el mal olor de la basura acumulada en las calles...
Edad Media; los hombres sólo tenían que ganarse la vida. Pero una mujer como Cristina de Pizan, además de trabajar para vivir, tenía que ocuparse de su casa y de sus hijos. ¡Y con la lata que es escribir!... ¿Cómo se le pagaría su trabajo? ¿Por horas? ¿A trueque? O quizás se pactara el precio con el que lo encargaba. ¿O dependía de la voluntad (¿generosidad?) del gran personaje?
Extraordinaria mujer, a fe mía. Tengo de ella La ciudad de las Damas y Cien baladas de Amante y Dama. De ese libro, pongo algo de la Balada LXXX:
- Bella, decid cuándo, cómo
os puedo volver a ver,
y yo hasta allí correré,
pues nada hay que yo más quiera;
nadie abra la puerta salvo
vos; un buen día os dé Dios,
¿no me vais a abrazar pues?
- Amigo, ven por la puerta
de atrás a las diez en punto
el martes y sin linterna,
¿no me vais a abrazar pues?
Sí, extraordinaria mujer. Capaz de escribir así en medio de las terribles incomodidades medievales, en medio del deterioro político, un rey loco y la interminable guerra que Juana de Arco no pudo acabar. Ella murió en la hoguera en 1431 y la Guerra de los Cien Años aún siguió más de treinta años.
Con cierta dificultad, vuelvo al siglo XXI; con enormes problemas, sin duda, pero más limpito. Benditos, humildes -y nada silenciosos- camiones que recogen la basura. La dicha de una ducha burbujeante de gel perfumado; el agua que brota cantando del grifo; la luz eléctrica, triunfante sobre las tinieblas de la noche... Me gusta muchísimo la Edad Media pero creo que no hay época mejor que la nuestra, a pesar de todos los pesares, al menos en lo que a comodidades cotidianas se refiere.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Estimada Malu:
ResponderEliminarMe alegra que hayas citada mi traducción de las Cien baladas de amante y dama (Palma, La Lucerna, 2011). Como traductor y estudioso de la obra sigo su rastro en Internet y su comentario y cita me han resultado muy gratos. En el estudio introductorio de la traducción, he intentado poner de relieve lo excepcional de la figura y la obra de Christine de Pisan, que or cierto cuenta con una extensa bibliografía –lo puedes comprobar en la base de datos ARLIMA en Internet-. De hecho, si todo va bien, dentro un año sacaré otra traducción de una obra de ficción suya todavía no traducida y que va en el sentido de las DBAD.
Te recomiendo el artículo de Catherine M. Müller, “Autour de Marguerite d’Écosse: quelques poétesses méconnues du XVe siècle », en el que la autora revela la existencia de una intensa actividad poética de mujeres en ese contesto, de las que no nos ha llegado casi ningún texto.
Por otra parte, las obras completas de Christine están accesibles, eso sí en francés medio, en Gallica en ediciones de hace unos 100 años.
Ha sido un placer