Hoy, en numerosos colegios, se
celebró el Día Escolar de la No Violencia y la Paz. Se viene haciendo desde
1964 y está reconocido por la ONU desde 1993. Además, se conmemora la muerte de
Gandhi, asesinado por un integrista hindú en 1948.
¿Y de qué "Paz" hablamos? ¿De la "Pax romana”? ¿Se ha cumplido el sueño de Gandhi? ¿El de
tantos otros pacifistas? ¿Se cumple el lema "Paz y Bien" de la Orden
franciscana? ¿Dónde anida la famosa paloma blanca? ¿Duerme también?
No tengo respuestas para tantos
interrogantes. Y mis armas para luchar por la paz son solamente dos de mis
cuentos: A los gatos les gustaba Ana y La Reina Henhebra y
las Damas de la Tabla Redonda (La leyenda del ajedrez).
En el primero de esos cuentos,
una niña convertida en ratón debe ir a la Montaña del Tiempo en busca de un
ungüento para desencantarse. Es una montaña de tres lados: Pasado, Presente y
Futuro. Y es en el Pasado donde se encuentra (y debe estar) todo lo que
significa violencia: armas, material bélico, etc., olvidado y semi-enterrado
entre musgo y florecillas silvestres. Tengo, para ilustrar el cuento, unos
cascos auténticos de las dos guerras mundiales, además de una bala que hirió a
mi padre (y casi le arranca el pie) en la guerra civil española.
En el segundo cuento La
Reina Henhebra y las Damas de la Tabla Redonda (La leyenda del ajedrez),
esta Reina pacifista, y harta de las guerras provocadas por los hombres, sueña
y logra imponer que, en lo sucesivo, las batallas se libren en un tablero de
ajedrez, para terminar así con las guerras de verdad.
Vaya, pues, mi granito de arena
para esta conmemoración, que ojalá no se quede sólo en el “sueño” de
tantos. Ni en el de la Reina Henhebra, con sus batallitas en el famoso
tablero...
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